En el campo de las políticas públicas la información estadística es de gran utilidad ya que nos permite establecer parámetros que nos muestran el estado en que se encuentra determinada sociedad. Podemos tomarle el pulso a cualquier nivel de desagregación, desde una ciudad hasta el mundo entero.
En el caso de la incidencia delictiva, es común que analicemos las cifras por tipo de delito y espacio geográfico, mostrando su evolución a través del tiempo.
Sin embargo, detrás de cada número de la incidencia delictiva hay una víctima. Un ciudadano que sufrió un daño patrimonial, un daño físico o que lamentablemente perdió la vida. La información oficial disponible, en algunos delitos, proporciona el género y el rango de edad de las víctimas lo que nos brinda algunos datos cualitativos.
En el Comité hemos iniciado un ejercicio de monitoreo a medios de comunicación para dar seguimiento a los presuntos homicidios dolosos cometidos en Sonora, teniendo así un pulso día a día de la evolución de este delito. La información oficial es la que mensualmente proporciona el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, y es la que utilizamos para nuestros análisis e informes.
Este ejercicio de monitoreo nos brinda información cualitativa de las víctimas y las circunstancias en que murieron. Ciertamente se trata de presuntos homicidios dolosos, hasta el momento en que el Ministerio Público lo determine en una carpeta de investigación. Pero estamos hablando de seres humanos que perdieron la vida en circunstancias violentas.
En el mes de junio, los medios dieron cuenta de 18 personas que murieron presuntamente asesinadas en 14 hechos diferentes: 17 hombres y una mujer. Entre la causa de muerte predomina el uso de arma de fuego (10) y de arma blanca (2).
Esas son las cifras. El número frío que nos dice cuántos murieron y con qué fueron asesinados. Pero si analizamos cada uno de los 14 hechos diferentes en que murieron podemos dimensionar el problema que enfrentamos.
El caso con mayor impacto entre la ciudadanía de Hermosillo sucedió el 9 de junio cuando fueron encontrados los cuerpos de César Armando “N.” de 21 años, Luis Gerardo “N.” de 22, Aarón Ulises “N.” de 21, José Ángel “N.” de 26 años y otro joven más quienes habían sido reportados como desaparecidos el pasado 31 de mayo. Sus cuerpos fueron encontrados cerca de la zona conocida como Los Arrieros, ubicada sobre la carretera más transitada de Sonora. Los cuerpos presentaban impactos de proyectiles de arma de fuego.
El 20 de junio, al punto del mediodía, un grupo de personas arribó al domicilio de un joven de 23 años, lo sacaron a la calle y fue ejecutado frente a varios vecinos, quienes, alertados por los gritos de la víctima, salieron a la calle a ver qué sucedía.
Por otro lado, las dos personas que presuntamente fueron asesinadas utilizando arma blanca, murieron al ser atacados dentro de sus domicilios: uno en la colonia Puerta del Rey el 20 de junio y otro en la colonia Real del Carmen el 26 de junio.
En otro hecho, los medios informaron de una persona que murió debido a las lesiones que sufrió cuando varios sujetos llegaron hasta su negocio, lo rociaron de gasolina y le prendieron fuego. Sergio Eduardo “N.” tenía un taller de reparación de televisores en la colonia Villa de Seris.
Los relatos anteriores son solo una pequeña muestra de lo que esta sucediendo en nuestra ciudad, nuestro estado y nuestro país. Los asesinatos crecen de manera sostenida, y aunado a esto, observamos que se trata de hechos cada vez más violentos y que se cometen a plena luz del día sin importar la presencia de testigos.
La estadística de la incidencia delictiva seguirá dándonos elementos para saber el estado que guarda la seguridad pública, pero echar un vistazo a las circunstancias en que ocurren los asesinatos nos permiten visualizar el grado de violencia y crueldad que persiste en un homicidio doloso.